Portada del libro de Octavio Paz

sábado, 11 de mayo de 2013


El arte de la fuga ¿una autobiografía literaria?

El arte de la fuga, algo así como una autobiografía literaria, escrita por Sergio Pitol, se encuentra justo en el punto medio de la biografía novelada y la biografía erudita, según Paul Kendall en The Art of Biography. Ese punto medio es el de la “verdadera escritura biográfica”, sin embargo, hablar del relato de una vida es pensar sobre la memoria, ya que el relato de una vida humana se hace a partir de los materiales disponibles sobre ella y uno de esos materiales es la memoria.
Sergio Pitol vuelca la mirada hacia sus recuerdos para escribir El arte de la fuga y quizás revisa sus cartas y algún par de objetos que le remonten a aquellos años que marcan su formación en el ámbito de las letras y del arte en general, en esta línea sería pertinente preguntar ¿qué de esa memoria es un recuerdo legal o un recuerdo inventado?
La biografía novelada es aquella para la cual es más importante el estilo narrativo que la veracidad del relato, en el cual es totalmente posible simular una historia de vida (verídica), sin considerar documentos que la sustenten, si es que se llegan a tener, dicho de otra manera, el problema teórico que presenta la metodología de la biografía o autobiografía novelada es el de la desconfianza hacia los acontecimientos narrados. Por su parte la biografía erudita es aquella que se construye a partir de todos los datos y documentos obtenidos sobre el biografiado o el autobiografiado, esta podría ser la más confiable, sin embargo, según Paul Kendall, aquellos datos y documentos no se encuentran bien integrados a una narración, por lo cual denota la debilidad del sistema positivista al tener cierta adoración únicamente por los documentos, dejando que el lector sea el único responsable de su interpretación.
Ciertamente, hay pasajes que son retomados del diario escrito en la época, pero y aquellas anécdotas que él cree recordar, ¿podrían ser inventadas? ¿qué importancia puede tener esto para un lector que entre anécdota y recuerdo encuentra frases como, palabras más, palabras menos: “escribir es intensificar la vida”. Si los recuerdos son inventados o no, lo trascendente es la reflexión que florece de cada uno de ellos, al menos en El arte de la fuga. Si las historias pudieran ser inventadas o no, lo importante es lo que develan. Por ejemplo, en torno a la reflexión del acto de escribir hay una parte que con exquisita sencillez confiesa que al releer su escritura pasada, de joven, de iniciado le “saltaba a la vista un tono modosito, de falsa virtud; irreconciliable con mi relación con la literatura, que ha sido visceral, excesiva y aun salvaje. Sentía emanar del texto una imploración de perdón por el hecho de escribir y publicar lo que escribía. Eran páginas de inmensa hipocresía. El quehacer del escritor aparecía como una actividad de tercera clase. (…) Lo que encontraba aberrante era la máscara de escolar virtuoso en que me ocultaba, el elogio al medio tono, el mustio balbuceo del fariseo” (1996:17,18).
Me parece prudente y pertinente mencionar que este tipo de comentarios hacen que el lector que tiene el gusto por la escritura vuelque su mirada sobre su yo escritor y se reconozca o no en la circunstancia narrada. La importancia del reconocimiento, de verse reflejado en otro espejo, siempre será la puerta de acceso hacia una transformación del propio arte de crear, transformación que es ineludible para todo creador. Lo curioso, importante y gratificante es que dicha evolución no es un acto que se exija o quiera exigirse el creador, al menos no como una constante. El progreso del creador en el inacabable espiral será paralelo a sus propias circunstancias de vida, a su propia experiencia poética y a los medios que se encuentren o no a su alcance. Son las reflexiones que se agradecen de una autobiografía literaria, aunque no se pueda comprobar qué tanto es una autobiografía novelada o erudita, en los términos de Paul Kendall.
En el caso de El arte de la fuga estamos ante una autobiografía única por reconstruir el camino de vida literaria que ha tenido el escritor mexicano Sergio Pitol, sin embargo, ¿cómo se podría distinguir de la biografía o autobiografía novelada? ¿dónde se encuentra el límite entre una y otra? ¿es posible que el autobiografiado no se salga de las fronteras de lo verdadero hacia los lugares de los recuerdos inventados respaldados únicamente por la memoria? Y si es así ¿qué importa?
La doctora Anna Caballé el valor de la biografía depende de dos aspectos. Por un lado, el grado de veracidad y de su eficacia narrativa. Al tomar en cuenta que la historia de una vida humana es el retrato de un individuo en particular, si la historia es falsa o ficticia se puede decir que el lector se encuentra ante el retrato de “nada”, de lago que no existe. Me parece que este sería el único aspecto al que se le podría dar el beneficio a El arte de la fuga, sin embargo, se trata de un beneficio que ni siquiera merece, porque quizás la parte ficticia no está condicionada por la necesidad de modificar la versión de un acontecimiento, sino por la memoria, un aspecto casi incontrolable del hombre.  El otro aspecto es el de su eficacia narrativa, en este sentido, parece que no se le puede hacer ningún reparo a El arte de la fuga, pues a pesar del recurso de la analepsis y prolepsis, la autobiografía literaria de Sergio Pitol se puede leer casi como echarse de una resbaladilla sin atajos en el resbalar.
Según Anna Caballé uno de los “nuevos” aportes de la biografía, exigido por la postmodernidad y por el lector mismo, es el de agregar a la vida de un hombre respuestas al por qué hizo tal o cual creación y por qué vivió lo que vivió. Es decir, la biografía postmoderna “se plantea la necesidad de recuperar los procesos mentales y emocionales del individuo. Suturar, en la medida de lo posible, las fractura entre los actos, la conciencia y la subconciencia”. Se trata de un juego, en el que el análisis, la reflexión y la interpretación se unen para proporcionar explicaciones al lector, proceso o juego que Sergio Pitol lleva a cabo desde las primeras páginas de El arte de la fuga.
Vemos, así, que no es posible determinar su grado de ficción, aunque el lector lo pueda percibir como mínimo y no  merezca recibir el beneficio de la duda, por lo que no es una autobiografía novelada, aunque quizás tampoco una biografía erúdita, puesto que, quizás, su único documento sea la memoria, lugar de la mente del cual el hombre no tiene el control. Se encuentra en medio de las dos, procurando una auténtica autobiografía con el fin de trazar la trayectoria literaria, con el aporte más importante de la bio en la postmodernidad, la aportación de respuestas al por qué. Sergio Pitol devela la manera literaria de vivir de un escritor y con ella, reflexiones sumamente valiosas que trascienden en la mente y proceso de creación del lector.

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