Portada del libro de Octavio Paz

lunes, 15 de abril de 2013

Falsas notas biográficas de Mario Santiago Papasquiaro


Etnográfico no participativo
Mario Santiago Papasquiaro: el poeta negado
Mario Santigo Papasquiaro me fue presentado mientras leía Los detectives salvajes, ignorando que estaba leyendo parte de la biografía de este poeta mexicano que me era absolutamente ajeno y desconocido. Me atrevo a decir que leí parte de su biografía ya que en un breve texto titulado “Acerca de Los detectives salvajes”, Roberto Bolaño escribe que dicha novela “es una transcripción más o menos fiel, de un segmento de la vida del poeta mexicano Mario Santiago (…)” (2004:327). Y es que con esta novela Roberto Bolaño trae al movimiento infrarealista a un primer plano, y no precisamente por lo que fue el movimiento, sino por la manera en la que lo narra. Sin embargo, es a partir de la publicación de la novela y de la premiación del Herralde de novela y del Rómulo Gallegos que la crítica literaria vuelve sus ojos al infrarealismo y al estridentismo, y con ello, a uno de los personajes más controversiales del movimiento infra, Mario Santiago Papasquiaro.
Pocos habían sido los días después de que terminé de leer los detectives, cuando emprendí una búsqueda cibernética sobre Mario Santiago y sobre el infrarrealismo y me encontré con un poema que por extrañas razones jamás podré olvidar. Entre otros versos, “VISIÓN EN EL SINAÍ” dice:
El vagabundo-ojos de agua / pasó por aquí
& parecía 1 de esos rayos que escribían sin necesidad de olivettis-letteras & sin lápices
palabras capaces de dar cuerda al músculo azul de los patriarcas & sus pueblos
El vagabundo de lengua extrañísima
el cantador de cucurrucucús & ayayays
-al que seguían como mancha de petróleo
los paracaidistas  los radares israelíes
El de las mejillas de cactus
el de los cigarros trepadores
el bebedor de los escalofríos
el explorador de  labios submarinos
el que se llevaba de salaam aleko
hasta con el seco vozarrón de las palmeras
El de la calaverita sonriente
grabada a punta de arañazos
en el hueso-vida perpetua de su mochila de viaje
Él/ que besaba la rarísima llegada de las lluvias
& se abría como sólo la tierra pocas veces
& se abría / como si en ese momento todos nos fuéramos a morir

Días más tarde, después de haber leído el poema, asistí a la librería a buscar algo de Mario Santiago Papasquiaro y me encontré con una antología poética titulada Jeta de Santo que abarcaba poemas de 1974 a 1997. En una suerte de prólogo que antecede la antología de poemas, Mario Raúl Guzmán no menciona casi nada sobre la biografía del poeta, incluyendo su fecha de nacimiento (1953) y el año en que murió (1998), más confirma rumores cibernéticos y la propuesta de Los detectives… Mario Santiago Papasquiaro era un poeta negado, un poeta más negado en la historia de la literatura mexicana. Sin embargo, la sentencia de Mario Raúl Guzmán apunta indirectamente a un tema de injusticia desde que escribe
(…) un personaje y una equívoca anecdótica han proliferado en torno suyo hasta dificultar el conocimiento de sus batallas con el lenguaje y la valoración de su pleito paralelo –aquel que libró (iracundo algunas veces, casi siempre cáustico) contra caciques y coroneles de la poesía delicuescente. Nada en él convidaba a la molicie. Su manía de execrar a escritores “consagrados”, apedrearles sus casas llenas de metáforas más inanes que la más caduca de las vanguardias y pintarrajearles las paredes hechas con las obras completas de Octavio Paz, dio la coartada perfecta a quienes decretaron su inexistencia. Que su malditismo les resultara repulsivo es comprensible en tratándose de gentes que hacían carrera a la sombra dispendiosa de un régimen como el priista; pero negar a un poeta es otra cosa… (Guzmán; 2008:16).
Ésta última frase se podría transformar así: negar a un poeta es una injusticia. Líneas más adelante, Mario Raúl Guzmán menciona que dicha antología es una respuesta al ocultamiento del poeta por parte de la crítica, es una respuesta a aquellos que en las alcantarillas Mario Santiago era sólo un “borracho calamitoso o drogo rey de lumpenes”, y es una respuesta a quienes tratan de mitificar su trayectoria. Con esto último podría estarse refiriendo a Los detectives salvajes pues comenta “El chileno autor de Montón de estrellas fracasadas atesoró una imagen de su amigo mexicano y promovió por arriba la mitificación que otros han proseguido por abajo. Al posicionar su antología y su crítica como algo que está en medio, es evidente que Mario Raúl Guzmán lo único que está buscando es hacer justicia, colocar a Mario Santiago Papasquiaro en el punto medio de la balanza.
Roberto Bolaño es quizás uno de los escritores que más ha hecho justicia a Mario Santiago Papasquiaro y quien ha “rescatado” parte itinerante de su vida poética, por él sabemos que el negado poeta mexicano de los años setenta, ochenta y noventa fue el fundador de la revista y del grupo Zarazo y posteriormente uno de los iniciadores del Movimiento Infrarrealista. Su formación poética estuvo acompañada de oficios que pareciera que poco tienen que ver con la poesía, como ser vagabundo en París, lavaplatos en Barcelona, recolector de fruta en Lérida, pescador de Port-Vendres, preso político en Viena, de donde fue expulsado con la sentencia orwelliana de no volver hasta 1984 (Guzmán; 2008:17). Tras la expulsión de Vienna, volvió a México donde continuó escribiendo poemas que nadie quería publicar y que posiblemente, señala Roberto Bolaño, “están entre los mejores de la poesía mexicana de finales del siglo XX”. Su poética vida también está reducida así: “tuvo accidentes, y viajó, y se enamoró, y tuvo hijos, y vivió una vida buena o mala, una vida en todo caso en los extramuros del poder mexicano, y en 1998 un automóvil lo atropelló en circunstancias oscuras, un coche que se dio a la fuga mientras Mario se daba a la muerte, tirado y solo en una calle nocturna de uno de los barrios periféricos de México Distrito Federal” (Bolaño; 2004; 42)
Además, para Roberto Bolaño, Mario Santiago Papasquiaro era un lector insaciable, poseedor de una vasta cultura sin ser, al mismo tiempo, rata de biblioteca (Guzmán; 2008:17). Es interesante que Roberto Bolaño subraye el conocimiento amplio que Mario Santiago tenía de la cultura y la literatura (el único poeta mexicano que hizo una lectura lucida de Nicanor Parra), sin interesarle nunca comportarse como rata de biblioteca y que aún así haya sido un poeta negado por el dominante canon literario (2004:92), la pregunta sigue siendo ¿Por qué?
*

 Entrevista emancipatoria
El poeta del delirio

De lejos la calle no se miraba sucia, caminé hasta encontrar el arco indicado, una suerte de acueducto cubierto con sábanas o cartones, en el tercero me detuve y dije Papasquiaro o José Alfredo Jímenez tiene visita. Con su voz ronca y un tanto violenta salió a recibirme, vestido con una playera negra de los doors y con el tabaco en el hocico. “Ateo hasta los huesos, existencialista hasta la madre, aunque nací el 25 de diciembre de 1953, el mismo año en que murió Stalin”, tiró la colilla del tabaco que había fumado hasta consumirse parte de sus índice y pulgar. A él lo único que le importaba era la poesía por encima de la poesía y de la vida. Sus padres no eran esos tales Zendejas y Pineda, sino Revueltas y Flores Magón, el primero por los hermanos Efraín y José y el segundo por los revolucionarios anarquistas, se declaraba así Poeta y Anarquista. Olía mal, se veía bastante desaliñado, pobre y recitó a Rimbaud en francés. Yo iba a su lado, pero sentía como que nos separaba un abismo y al mismo tiempo me le acercaba como buscando las cicatrices de su rostro y cuerpo, sí, se veía marginado, pero había algo en él capaz de hechizarte. En la caminata mencionó que “la hegemonía cultural en México era puro vómito” y que la poesía seguía separada de la vida, su caso era lo contrario, “yo vivo para escribir poesía, poemas de verdad, de esto, de la realidad, aunque mis poemas sean una mierda”, lo decía y no se escuchaba pretensioso, había convicción, acierto. Repetía como catárticamente “si he de vivir que sea sin timón y en el delirio”, unos versos que después serían el epígrafe de La pista de hielo, la novela de Roberto Bolaño en la cual se pinta algo parecido a Mario Santiago Papasquiaro.  Y a eso se reduce su vida, a un instante sin timón y en el delirio. No habló del infrarrealismo, ni de sus múltiples viajes como un fantasma en el extranjero, ni de qué vivía, su vida era la poesía y nada más que la poesía. “Podré no comer, pero no dejar de robarme unos poemas de la librería francesa”.



Etnográfico participativo
Papasquiaro en la mira
      Zendejas Pineda datos irrestreables en la vida del poeta Mario Santiago Papasquiaro, a quienes sus padres nombrarían José Alfredo, pero él cambiaría su nombre en honor al pueblo en donde nacieron los hermanos José y Fermín Revueltas, en Durango y en honor al mismo José Alfredo Jímenez puesto que creía que José Alfredo sólo había uno, el rey. Curioso, su primer recital lo hizo en el año de 1953, mismo en el que murió la voz ranchera de México.  Veinte años más tarde fundaría el movimiento infrarrealista junto con Roberto Bolaño. El infrarrealismo tenía una dirección que dejaba ver de manera transparente la posición de ambos poetas en el campo literario, una posición subversiva sin alianzas con el stablishment, sino por el contrario, con altos deseos de anularlos. “Volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial” declararía en el Manifiesto Infra. En definitiva, se trata de una frase que, aun terminado el movimiento, Mario Santiago llevó consigo durante el resto de su poética-vida, su obra es su retrato y su biografía, Consejos de un díscipulo de Morrison a un fanático de Joyce es muestra de uno de sus múltiples retratos
El mundo se te da en fragmentos / en astillas:
de un rostro melancólico vislumbras una pincelada del Durero
de alguien feliz su mueca de payaso aficionado
de un árbol: el tembladero de pájaros sorbiéndole la nuca
de un verano en llamas atrapas pedazos de universo
         lamiéndose la cara (…)
Un poeta al que el mundo se le daba en astillas y por el que nunca dejo de caminar, escribir poesía y caminar, caminar, caminar. La faceta del infrarrealismo  no duró tanto (1974-1976), aunque su poética nunca dejó de ser subversiva. Después de que el infrarrealismo se terminara como movimiento neo-vanguardista, Mario Santiago Papasquiaro se dedicó a viajar por el mundo astillado, Tel-a-viv, Perú, Barcelona, Viena, mendigando unas veces, otras trabajando  siempre escribiendo poesía, en los bordes de los libros, en papeles sueltos que después eran encontrados arrugados como basura.
El 10 de enero de 1998 murió a causa del atropello de un coche que se dio a la fuga. Murió y no murió. Su cuerpo desapareció pero su obra salto a un nivel que se aleja del infra. Ese mismo año, la publicación de Los detectives salvajes obligaría a la crítica literaria a voltear la mirada a la creación underground del movimiento infrarrealista y la obra de Mario Santiago comenzaría a ser revisada por expertos, quienes harían  declaraciones como la de Juan Villoro:

Estamos ante un poeta de dimensiones incalculables. Yo leí textos luminosos suyos, así como pésimos, pero Mario renunció a cualquier sentido de autocrítica porque era parte de su rebeldía. Creo también que como toda gente que se sintió marginada en un momento continuó en una fuga hacia adelante que dijo "Si me marginan porque escribo cosas intolerables, entonces las haré mas intolerables", entonces había en él siempre un sentido de la provocación (...) siempre andaba cargado de papeles y él te hacía leerlos en voz alta y opinar. Si lo elogiabas te insultaba, si te ponías de su parte te insultaba y te tomaba como un tipo blandengue y sin crítica. Él era el testigo más incómodo de su propia poesía. Hay poesía de él de altísimo nivel".

          En suma, la poética o vida de Mario Santiago Papasquiaro es la provocación, lo intolerable y el delirio como métodos de creación, un poeta o una poesía de altísimo nivel, como apunta Juan Villoro, pero aún irreconocible en el stablishment de la literatura mexicana.

Ficción no participativa
Poeta sin límites
Poeta sin límites. Mario Santiago Papasquiaro murió atropellado y nadie sabe por quién, vivió en la marginalidad y todos señalan al stablishment de la literatura mexicana. Su poesía tan pura como no su vida, él único poeta que nunca copió a nadie y que tenía una enorme formación de poesía de manera autodidacta, él único que nunca traicionó a la periferia, porque no quería estar en el centro, pero que nunca dejó de señalar que Octavio Paz era su gran enemigo. En un recital de poesía en la casa del Lago, en donde se encontraba Paz leyendo, a lo mejor, Mariposa de obsidiana o Mi vida con la ola, Mario Santiago Papasquiaro y los demás infrarrealistas se levantaron para gritar “Octavio Paz es un idiota”, así eran ellos, rebeldes, escandalosos, transgresores, neo vanguardistas.
Mario Santiago había nacido en una clínica que ya no existe y que se encontraba dentro de la delegación Mixcoac en el Distrito Federal. Nació en el seno de una familia pobre, su madre una barrendera de las calles del barrio de Tlanepantla y su padre un albañil que como de costumbre del oficio bebía 4 días a la semana y los demás trabajaba. Todo de habladas y de escuchadas, dicen que creció en la miseria, asistió a los primero años de la educación básica, en donde aprendió a leer y a escribir, lo único que necesitaba para volcar su vida en la poesía. No asistir a la escuela no fue un impedimento para que a los quince se acercara a sus primeros talleres de poesía en la casa de cultura de su delegación, poco a poco Papasquiaro se alejaba de la periferia, a los dieciocho entró a un taller de poesía en el centro de la ciudad impartido por Efraín Huerta. Empezaba así a acercarse al centro del stablishment literario, sin nunca querer pertenecer a él. Ahí conoció a Roberto Bolaño quien recién había llegado de Chile junto con toda su familia a causa del asma de su madre. Y en ese recorrido que hacen todos los poetas de la ciudad de México, llegaron al taller de poesía coloquial de la Casa del Lago. Para 1973 Mario Santiago Papasquiaro tendría su primer recital de poesía colectivo. Una año más tarde escribiría el manifiesto infrarrealista y fundarían el movimiento él, José Vicente Anaya y Roberto Bolaño. Viajaron juntos por las calles de la ciudad de México, caminaron hasta no cansarse, vendieron marihuana para la publicación de la revista del movimiento “Los asesinos de Angelica Marìa”, donde publicaban sus poemas y los de otros poetas poco conocidos. Pero el aguerrido infrarrealismo se acabaría en el año de 1976 cuando Papasquiaro y Bolaño decidieron salir del país y continuar cada quien por su rumbo, eran ellos los que sostenían al grupo. El poemario Aullido del cisne y 11 muchachos desnudos al final del arcoíris plasmarían esta etapa bastante controvertida de Mario Santiago. Su fortuna siempre fue una cajetilla de cigarrillos, un buen paquete de marihuana y algún libro robado o prestado, sus papelitos arrugados y llenos de palabras, pocas veces trabajó. Ser diller no era trabajo. Mientras comerciaba marihuana comerciaba también sus poemarios o revistas en donde había sido publicado y de las cuales se le pagaba con un par de ejemplares que él podía vender o regalar. Escribió y leyó de noche, en la ducha, de madrugada, caminando; se entregó a la poesía como quien se avienta al mar para ahogarse, como quien sabe que no hay más remedio que entregarse enteramente a eso que se ha elegido, él eligió la poesía y su ignorada jeta de santo no se olvida.